Eric Alcantud • 2025-03-31
¿Financiar el crecimiento con deuda? Evalúa qué estructura es más eficiente en 2025. Costes reales, flexibilidad y riesgos clave para el CFO.
Toda decisión de financiación implica un dilema estratégico: ¿hasta dónde endeudarse para crecer sin poner en riesgo la solvencia? ¿Cuál es el mix óptimo entre deuda a corto y largo plazo, financiación bancaria, bonos o alternativas híbridas? Y, sobre todo, ¿cómo garantizar que la estructura de deuda sea eficiente y sostenible en el contexto actual?
2025 no es 2019. El entorno financiero ha cambiado radicalmente. Los tipos de interés se han estabilizado en niveles históricamente altos, el acceso al crédito es más selectivo, y los inversores miran con lupa la relación deuda/EBITDA. En este escenario, la estructura de deuda no solo financia el crecimiento, sino que condiciona la rentabilidad futura, la resiliencia y la capacidad de reacción del CFO.
Durante años, la deuda fue casi un commodity. Tipos bajos, bancos dispuestos a financiar, y un mercado de capitales con liquidez abundante. Muchas empresas aprovecharon para crecer con apalancamiento, y en varios casos, la rentabilidad financiera se disparó a costa de una estructura de deuda agresiva.
Hoy, la situación exige una nueva mentalidad. El coste financiero pesa en la cuenta de resultados. Los covenants son más exigentes. Y el mercado penaliza estructuras de deuda que no ofrecen flexibilidad.
El CFO que quiere financiar el crecimiento en 2025 debe pensar en eficiencia, no solo en acceso. La pregunta no es si se puede tomar deuda, sino cómo estructurarla para que potencie el crecimiento sin comprometer la solvencia ni la rentabilidad futura.
Una estructura de deuda eficiente es aquella que maximiza el retorno sobre el capital empleado (ROCE), minimiza el riesgo de liquidez y mantiene la capacidad de financiar nuevas oportunidades sin tensionar el balance.
No existe una fórmula universal. Pero sí principios que permiten evaluar si la deuda actual (o proyectada) está optimizada:
No toda deuda tiene la misma justificación. Financiación de CAPEX productivo, adquisiciones, expansión comercial o cobertura de circulante tienen riesgos y retornos distintos.
Una mala elección de instrumento financiero para el tipo de crecimiento puede convertir un apalancamiento sano en un riesgo crítico.
No se trata solo del tipo de interés. El coste total de la deuda incluye:
El CFO debe calcular el TCE (tasa de coste efectivo), y compararla con el retorno esperado del proyecto o inversión. Si la deuda consume más valor del que aporta, no es eficiente, aunque sea accesible.
La eficiencia no solo está en el momento de contratar deuda, sino en su resiliencia ante shocks. Un CFO con visión debe preguntarse:
Sigue siendo el primer recurso. Los bancos priorizan empresas con buena gobernanza, proyección de caja clara y relación de largo plazo.
Riesgo: restricciones en covenants y acceso limitado a nuevos tramos.
Permite diversificar fuentes y acceder a tipos competitivos si el perfil lo permite.
Riesgo: mayor exposición a la volatilidad de mercado y presión de inversores.
Instrumentos entre deuda y equity. Coste más alto, pero mayor flexibilidad.
Riesgo: coste elevado si no se ejecuta retorno previsto.
Financia activos sin comprometer deuda bancaria.
Riesgo: costes ocultos si no se negocia bien.
Una empresa industrial con fuerte crecimiento en exportaciones se planteó expandir su capacidad productiva. Necesitaba financiar 20 M€ de CAPEX. Su deuda existente tenía vencimientos en 18 meses.
En lugar de solicitar un préstamo bancario clásico, optó por emitir pagarés a 5 años en el MARF, complementado con leasing para maquinaria clave. El resultado: diversificación, menor presión de amortización y acceso a nuevos bancos sin tensionar la relación con su entidad principal.
La clave: adecuar fuente y plazo al flujo esperado, con flexibilidad para pivotar.
En 2025, financiar el crecimiento no es cuestión de acceso, sino de estructura y eficiencia. El CFO que evalúa con precisión, diversifica con criterio y anticipa riesgos, no solo crece, sino que lo hace con control financiero real.
La deuda no debe ser un lastre, sino un acelerador estratégico.
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